Dra. Gabriela Rivera
Durante el s. XIX y la primera mitad del XX se concibió a la cultura maya prehispánica como una sociedad pacífica dedicada a la contemplación de los astros y la naturaleza. Más aún con el descubrimiento de los murales de Bonampak, en donde se pueden reconocer complejas escenas de una gran batalla, la belicosidad de los mayas resultó innegable. Estudios recientes muestran que las guerras fueron constantes y diversas, atenidas a fenómenos y particularidades regionales, étnicas, teológicas, geográficas, sociales, políticas y temporales que nos revelan otra cara del mundo maya.
Lo que sabemos del tema se lo debemos al resultado de los trabajos arqueológicos, así como a las investigaciones epigráficas e iconográficas; es decir, por los estudios respecto a la escritura y las imágenes que los mayas produjeron. De esta forma, sabemos que, contrario a lo que se pensaba, la nobleza participaba en los combates y que existían cargos de alto rango militar. En lo que a las armas se refiere, las hubo muchas y muy diversas, de tipo defensivas y ofensivas, de gran manufactura y capaces de tomar la vida del oponente con facilidad. Por su parte, las fortificaciones que protegieron las ciudades son muestra de conflictos a gran escala y de los ataques directos a las ciudades.
Si bien la toma de prisioneros para su sacrificio no era el objetivo, su captura reconoció el poder del combatiente, por lo que es común ver a los gobernantes vestidos como guerreros junto a un par de cautivos a sus pies. El sacrificio de estos desafortunados no era una regla, pero fue común y estuvo encaminado a la apropiación de bienes y el mantenimiento del cosmos.
Respecto al propio conflicto armado, las posibles causas de las guerras obedecieron a pretensiones sobre el control de materias primas o rutas comerciales y, en su mayoría, se entablaban entre entidades vecinas; creando enemistades regionales y generacionales, como es el caso de Toniná y Palenque; Yaxchilán y Piedras Negras; Copán y Quiriguá. Pero de entre el amplio número de conflictos registrados, el más emblemático es sin duda alguna el de Calakmul y Tikal, cuya historia conocemos con cierto detalle:
Para mediados del s. VI, Calakmul tenía una amplia red política, lo que le propició enemistad con Tikal, su gran rival en el dominio en el Petén Central -parte norte de Guatemala y sur de Campeche-. Todo comenzó alrededor del 500 d.C. cuando Calakmul desplazó a Tikal al derrotar a sus vecinos y aliados, además de vencer a la propia Tikal en 562; derrota que implicó el sacrificio de su gobernante. Esto resultó en un vacío político en Tikal, reflejado en la ausencia de inscripciones durante los siguientes 130 años, que convergió con el periodo de mayor fortaleza del reino Kaanu’l, dinastía reinante en Calakmul. Durante este periodo, los Kaanu’l continuaron afianzando su dominio y ensanchando su poderío, llevando formidables campañas militares en un extenso territorio.
El conflicto con Tikal se renovó en la primera década del 600, impulsado por la división interna en Tikal, en la que dos facciones reclamaban el derecho al trono de Mutu’l, nombre de su dinastía. En esta lucha de facciones Calakmul tuvo un papel activo como aliado de la facción emergente, al apoyarla en su asentamiento en la nueva ciudad, ahora llamada Dos Pilas. Con ello, ganó un aliado importante en oposición a la facción tikaleña al mando de la ciudad. Así, Calakmul dirigió la primera batalla en 657, dando inicio a una nueva guerra prolongada. En un principio la alianza logró la salida del entonces gobernante de Tikal, quien retomó fuerzas y devolvió el ataque a Dos Pilas en 672, obteniendo una victoria que expulsó a su rival y le permitió preparar la ofensiva contra su principal enemigo. Los aliados lograron nuevamente derrotar a Tikal y restaurar el gobierno de Dos Pilas para el 677, que remataron con una gran victoria dos años más tarde. Tras la muerte de su antecesor, el nuevo señor de Calakmul dirigió sus fuerzas armadas contra Tikal, en el 695, en la que sería una de las batallas más influyentes del periodo. El resultado fue una terrible derrota para Calakmul y, con la captura de su dios, Tikal dio fin a la edad dorada de su gran rival, la dinastía Kaanu’l.
Los siguientes años son oscuros y los conflictos entre ambas ciudades no pararon, hasta que, pasados cuarenta años, Tikal logró capturar a otro gobernante de Calakmul, lo que parece haber sido la estocada final; pues esta última no logró detener su desvanecimiento de la política regional. Con todo esto, no quedó mucha vida a Tikal, pues para el 800 la región central del territorio maya estaba en notable declive, dando paso al predominio de las regiones de la Costa pacífica guatemalteca y las Tierras Bajas del Norte -Campeche, Yucatán y Quintana Roo-, continuando con una amplia historia de conflictos políticos y cuantiosas guerras entre las entidades emergentes; demostrando que la guerra fue el motor que impulsó a las grandes ciudades, pero también pudo ser su condena.
Créditos de la foto de portada: We Too Magazine.