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Jaina y su entorno prehispánico

Por Antonio Benavides C.

Doctor en Estudios Mesoamericanos, Centro INAH Campeche.

Los primeros siglos de nuestra era vieron crecer un pequeño asentamiento en la costa norte de lo que hoy es Campeche. Con buena organización y mucho esfuerzo, los mayas acarrearon miles de toneladas de sascab desde unos 12 kilómetros tierra adentro hacia la costa. Utilizaron embarcaciones de madera; troncos ahuecados, como aún ocurre en algunas comunidades modernas Retiraron la selva de mangle y poco a poco construyeron una isla y sus palacios, santuarios, pirámides, un juego de pelota, una dársena y plataformas habitacionales. Todos los núcleos se hicieron de sascab y los exteriores fueron de piedra labrada.

Así crearon puntos firmes sobre los bosques de manglar que existían entre lo que hoy es la capital campechana y Celestún. Ese es el origen de lugares como EI Cuyo, Yukum Balam, Jaina, Nisyuc, Isla Piedras, Uaymil y Canbalam. ¿Para qué? Para salvar los 100 kilómetros de mangle donde no había posibilidad de descansar, reparar embarcaciones o adquirir alimentos.

Los primeros siglos de nuestra era vieron crecer un pequeño asentamiento en la costa norte de lo que hoy es Campeche. Con buena organización y mucho esfuerzo, los mayas acarrearon miles de toneladas de sascab desde unos 12 kilómetros tierra adentro hacia la costa.
Figurilla antropomorfa sólida, masculina, adulta, de pie. Foto: INAH.

El cálculo de material reunido para conformar la isla y sus construcciones arroja un total de poco más de 944 mil m³, volumen un poco mayor al requerido para erigir, por ejemplo, la estructura 2 de Calakmul (648 mil m³) o el Kinich Kak Moo de Izamal (563 mil 550 m³). Esa cifra de Jaina empequeñece al contrastarla con el volumen de la Pirámide del Sol de Teotihuacán (un millón 224 mil100 m³), pero pone de manifiesto la gran cantidad de trabajo físico invertido.
Con el paso de los años, Jaina se convirtió en un lugar principal, no sólo por sus dimensiones sobre el litoral (seguramente más de las 42 hectáreas que hoy conserva), sino también porque ahí tuvo su sede el reino de Caan (Cielo) con los señores sagrados de la dinastía Cimí (Cráneo/Muerte).

Los primeros siglos de nuestra era vieron crecer un pequeño asentamiento en la costa norte de lo que hoy es Campeche. Con buena organización y mucho esfuerzo, los mayas acarrearon miles de toneladas de sascab desde unos 12 kilómetros tierra adentro hacia la costa.
La tejedora de Jaina.

El auge ocurrió entre los años 600 y 1000 d.C. Las terracotas de ese tiempo ayudan a imaginar cómo fueron los habitantes. La calidad insular del sitio agregó fuerza a su poder político y económico. No sólo fue un importante enlace portuario por el que circulaban mercancías hacia el sur y el norte, también por hallarse en un sector liminal, de profundo significado religioso, donde se unen la tierra y el mar; el mundo de los seres humanos y el inframundo.

Los primeros siglos de nuestra era vieron crecer un pequeño asentamiento en la costa norte de lo que hoy es Campeche. Con buena organización y mucho esfuerzo, los mayas acarrearon miles de toneladas de sascab desde unos 12 kilómetros tierra adentro hacia la costa.
Figurilla antropomorfa sólida, masculina, adulta. Gobernante sentado sobre un trono decorado con glifos. Foto: INAH.

El glifo emblema de Jaina ha sido reportado en sitios como Cansacbé (a 30 kilómetros) y Xcalumkín (a 50 kilómetros), pero también en Santa Rosa Xtampak (a 90 kilómetros). Ello revela la importancia de la ciudad costera y la extensión de sus lazos políticos y económicos. También ayuda a explicar la distribución de productos marinos hacia el interior peninsular (pescado seco, bienes de concha y caracol, etc.) y el flujo de maíz, frijol, calabaza, cera, miel y productos de algodón hacia la costa.

Los primeros siglos de nuestra era vieron crecer un pequeño asentamiento en la costa norte de lo que hoy es Campeche. Con buena organización y mucho esfuerzo, los mayas acarrearon miles de toneladas de sascab desde unos 12 kilómetros tierra adentro hacia la costa.
Cajete de cuerpo recto divergente, decorado con dos escenas similares que representan a un personaje desnudo, apoyado en el suelo y tocando con la mano una vasija con granos.

Lamentablemente, la isla fue saqueada severamente durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX. La piedra sirvió para obras diversas o fue convertida en cal y se cavaron muchos hoyos para recuperar vasijas y figurillas con demanda en el mercado negro.
Los análisis de cerámica han revelado que muchos recipientes y estatuillas llegaron desde Veracruz y Tabasco. Además, la tradición de sepultar a los muertos con figurillas se restringe a los sitios costeros; recuérdense Isla de Sacrificios, Nopiloa, San Andrés Tuxtla, Jonuta, Comalcalco, Villa Madero, Champotón, e incluso Xcambó, en el litoral yucateco.

Los primeros siglos de nuestra era vieron crecer un pequeño asentamiento en la costa norte de lo que hoy es Campeche. Con buena organización y mucho esfuerzo, los mayas acarrearon miles de toneladas de sascab desde unos 12 kilómetros tierra adentro hacia la costa.
Silbato antropomorfo hueco, femenino, de pie. Foto: INAH.

Las investigaciones arqueológicas han demostrado que existía un intenso comercio costero a lo largo de un mínimo de 700 kilómetros entre el centro de Veracruz y Jaina; esa red, a su vez, se enlazaba con otros circuitos fluviales y también costeros que bordeaban la península. Un interesante ejemplo es una figurilla hallada en Xel Há. Además, otras regiones del mundo maya también produjeron figurillas durante el periodo Clásico. Algunos ejemplos se encuentran en Calakmul, Palenque, Aguateca, Altar de Sacrificios, Alta Verapaz, Copán, Lagartero, Lubaantún, Seibal y Waká (El Perú).

Los primeros siglos de nuestra era vieron crecer un pequeño asentamiento en la costa norte de lo que hoy es Campeche. Con buena organización y mucho esfuerzo, los mayas acarrearon miles de toneladas de sascab desde unos 12 kilómetros tierra adentro hacia la costa.
Vaso cilíndrico, tiene pintada en el exterior una escena con dos guerreros teñidos de negro, con decoración facial roja alrededor de la boca.

La vieja idea de que Jaina fue un cementerio o necrópolis no tiene ningún fundamento científico. Esa idea derivó de los saqueos que expusieron huesos humanos en múltiples lugares. Recuérdese que los mayas antiguos solían sepultar a sus difuntos bajo los pisos de las viviendas. La imposición del sistema europeo llevó a enterrar a los muertos en los atrios de las iglesias durante el virreinato. Poco después de 1859, tras la promulgación de las Leyes de Reforma que nos legó Benito Juárez (1806-1872), los cadáveres comenzaron a depositarse en panteones, generalmente fuera de los centros urbanos.

Los primeros siglos de nuestra era vieron crecer un pequeño asentamiento en la costa norte de lo que hoy es Campeche. Con buena organización y mucho esfuerzo, los mayas acarrearon miles de toneladas de sascab desde unos 12 kilómetros tierra adentro hacia la costa.
Rostro con tocado y collar. Foto: INAH.

También debemos decir que los mayas no desaparecieron, como piensa mucha gente; simplemente se transformaron, se adaptaron a los nuevos tiempos. Si bien muchas ciudades prehispánicas se despoblaron, se fundaron nuevas comunidades o la gente se integró a las existentes. Por eso la lengua maya y sus saberes no han desaparecido. Por eso orgullosamente y con razón muchos habitantes modernos de Campeche, Quintana Roo y Yucatán conservan patronímicos como los siguientes: Abán, Aké, Balam, Caamal, Can, Canul, Coyoc, Che, Dzul, Ek, Huchim, Kantún, May, Moo, Mukul, Pantí, Pech, Tamay, Tec, Tun, Uicab, Xiú, Yam…

Los primeros siglos de nuestra era vieron crecer un pequeño asentamiento en la costa norte de lo que hoy es Campeche. Con buena organización y mucho esfuerzo, los mayas acarrearon miles de toneladas de sascab desde unos 12 kilómetros tierra adentro hacia la costa.
Personaje con máscara que porta un hacha. Foto: INAH.

Hoy Jaina se encuentra dentro de un espacio natural protegido, la Reserva de la Biosfera de los Petenes, decretada en 1999, de competencia federal y con una extensión de 282 mil 857 hectáreas. La reserva es compartida por varios municipios campechanos y por un sector sureño de la península de Celestún. Jaina no está abierta al público, pues no cuenta aún con la infraestructura para la visita pública. Los mejores lugares para saber de la isla están en los museos campechanos de Hecelchakán y Campeche.

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