Jorge Manriquez Centeno
Doctor en Derecho Penal y escritor
Mezcla de influencias africanas y europeas, fundamentalmente de la contradanza francesa, el danzón fue creado en Cuba por el músico y compositor Miguel Failde, a quien se le debe el primer danzón de la historia conocido como “Las Alturas del Simpson”, que fue interpretado por primera vez el uno de enero de 1879 en el Liceo de Matanzas.
Aunque en sus inicios, los clasistas diarios de la época afirmaban que era música y baile que iban en contra de la moral, donde participaban negros, el danzón fue ganando terreno como baile de salón y expandiéndose en el gusto popular hasta convertirse en una manifestación cultural auténticamente cubana, fruto del mestizaje sí, pero nacida con nuevos rasgos en la isla.
A finales del siglo XIX, el danzón llega a Puerto Progreso con una compañía de teatro bufo cubano y es acogido por los yucatecos, primero como baile aristocrático y luego popular hasta tal punto de que en las décadas de los años veinte y treinta del pasado siglo se abrieron en Mérida los salones El Club Mérida y Yucatán, destinados al danzón, género que siguió su camino hacia otras partes de México, como Veracruz, Guadalajara y Distrito Federal.
Entrado el siglo XX, muchos músicos yucatecos incluían danzones en sus repertorios. En las vaquerías, el danzón alternaba con la jarana. Composiciones como “Peñas de amor” y “El rosal enfermo” formaron parte del repertorio de La danzonera de Antonio Galaz. También se interpretaron en tiempo de danzón temas de la canción romántica yucateca.
“El danzón se compone en ritmo de dos por cuatro y su base rítmica se apoya en la utilización del piano. Estructuralmente consta de tres partes, llamadas: Paseo o introducción; un primer trío (de clarinete); segundo trío (de violines) y un tercer trío (de metales), este de sabor muy popular, por su ritmo marcado y pegajoso. Asimismo, lucía introducción, melodías y paseos que se interpretaban entre las melodías. Por costumbre, las parejas bailaban durante las melodías y dejaban de bailar durante los paseos, que aprovechaban para caminar, conversar y coquetear”, señala Arlette Salvador en la revista Correo del maestro (https://revista.correodelmaestro.com/publico/html5042020/capitulo6/el_danzon_mexicano.html).
Se usan en el danzón instrumentos como flauta, piano, timbales, trompeta, güiro clarinete, claves… Para bailarlo, tradicionalmente los hombres usaban guayabera blanca, pantalón blanco y sombrero blanco, y las mujeres flor en el pelo, vestido, maquillaje, abanico, zapatillas, aretes, collares y pulsos. En Yucatán se refinó el baile y, como en otras ciudades mexicanas, se crearon escuelas para que los interesados aprendieran a bailar danzón.
En versión danzonera, hacia 1918 un grupo teatral cubano trae a Mérida el tema “Martí no debió de morir”, que se deriva de “Clave a Martí”, de Silvestre Iglesias, que tiempo después daría lugar al “Danzón Juárez” o “Juárez no debió de morir”, concebido por Esteban Alfonso, cristalizando así el amor mutuo que existe entre las naciones de México y Cuba.
En alguna época, espacios como Jardín Central, La Mejorada y Santa Lucía fueron refugios para los danzoneros. Músicos y letristas yucatecos, como Ismael G. Amattón, Ernesto Mangas, Arturo Coscaya y Los Cuevas hicieron suyo el género tal vez con menos peso en la percusiones y con más énfasis en las melodías. Hay que recordar también al timbalero Fernando Vázquez y al trompetista Juan Concha.
Actualmente, hay agrupaciones danzoneras de aficionados en diversas partes de le península, que insisten en mantener vivo el estilo yucateco del danzón. También, patrocinado por el Ayuntamiento de Mérida, el Parque Santiago es un espacio para el danzón que, pese al paso del tiempo, sigue gustando a las nuevas generaciones.
La Banda del Ayuntamiento de Mérida, la Orquesta Filarmónica de Yucatán, la Danzonera Yucatán (entre cuyos temas propios figuran “Aquilino y su cuadrilla”, “Rey de Reyes”, “Cecilia”, “Sufrimiento”, “El número uno” y “Elvira”), la Orquesta de la Secretaría de Protección y Vialidad y algunas orquestas jaraneras ofrecen espectáculos musicales donde incluyen danzones que son bailados por parejas de todas las edades.
Cargadas de plasticidad en sus movimientos se ven estas parejas, precisas en cada paso, como si la música traducida en baile fuera una extensión de sus cuerpos, y, aunque su origen es cubano, los yucatecos le ponen un sabor muy suyo, hecho a la medida de su sensibilidad mientras la brisa mueve los cabellos alegres de bailadoras y bailadores.