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Editorial edición 22 – Música

Por el maestro Agustín Labrada


El encuentro de mundos a través de la música en la península yucateca

La península yucateca y especialmente el Caribe mexicano son frutos de un complejo mestizaje cultural que se refleja en las costumbres, la gastronomía y, sobre todo, en la música, donde afloran componentes e influencias mayas, europeas y africanas: una fusión exótica que trae en sus orígenes nuevos sonidos, maneras propias de reflejar el entorno circundante y símbolos de la comarca.

En esta edición, figura un haz de artículos sobre esas manifestaciones musicales que han surgido o se han asentado en las entidades de Campeche, Yucatán y Quintana Roo, con sus tejidos melódicos y sus efectos dancísticos hasta irse engarzando en las tradiciones peninsulares, siempre en un diálogo abierto con el mundo, que llega aquí también con su múltiple oleaje sonoro.

Desde Campeche suben a la tarima de nuestras páginas el fandango, el jarabe y la guaranducha, con su colorido y sus esencias populares ligadas a las fiestas, y de Yucatán la jarana, que tiene sus raíces en la jota aragonesa y el zapateado español, pero aquí le crecieron el tronco y los ramajes hasta expandir sus flores por todo este mapa con su profunda y contagiosa complejidad de baile y melodía.

De Mérida viene la canción yucateca, que sigue cautivando con su impresionante lirismo y su poética neorromántica, familiarizada en sus comienzos con la trova tradicional de Cuba —hasta el punto en que, según la musicóloga María Teresa Linares, se confunden canciones y autores de ambas orillas— y en nexo con las escenas amorosas locales que nombran serenatas.

Otras formas genéricas musicales abordadas son el danzón, también nacido en Cuba y aclimatado en Yucatán hasta adquirir sus propias características y resonancias; y la mayapax, de carácter festivo y ritual, concebida y practicada por mayas quintanarroenses desde los tiempos de la Guerra de Castas, en cuya ejecución se alían instrumentos occidentales y autóctonos.

Procedentes del Caribe anglófono, a través de Belice llegaron a Chetumal, en tiempos electrónicamente menos globalizados, el reggae, el calipso, el soca, el ska y el browdoum, que tuvieron un gran influjo en los artistas locales (grupos, compositores e intérpretes), quienes crearon en español temas en estos géneros que han oído y bailado, durante décadas, distintas generaciones. 

Un fenómeno más reciente son los espectáculos de música electrónica, que tienen su epicentro en Tulum y al que acuden multitudes de jóvenes que proceden de todos los confines del orbe para bailar cerca de la playa con esta mezcla de ritmos (techno, house, dubstep, trance, drum and bass, electropop, R&B, EDM, funk…), en festivales como Zamna Tulum y Afterlife.

Entran aquí también acercamientos a esas experiencias sonoras nacidas en Tulum, tras fusiones de géneros de distintas fuentes y linajes, con las que se modela una atmósfera de sensaciones místicas, donde se alían culturas legendarias y aportes tecnológicos contemporáneos, en un proceso de evolución rítmica con destellos osados y creativos.

Por su parte, el director de la Orquesta de la Orquesta de Cámara de Cancún Mario Monroy reseña el papel y la trayectoria de lo que él afirma son los mejores músicos que hoy viven, trabajan y crean en la entidad, desde una óptica estéticamente cosmopolita, y con ello se redondea esta entrega habitada de sonidos, que son (en un arco de identidades) traducciones del alma.

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