Emiliano Monroy-Ríos
Doctor en Geología, Northwestern University. Fotografía de Jill Heinerth.
Uno de los rasgos distintivos del norte de la Península de Yucatán es su topografía casi plana, sin valles ni montañas y con altitudes que apenas rebasan los 30 metros. El tipo de suelo se compone principalmente de roca caliza, o saskab (tierra blanca), la cual contiene carbonatos de calcio y magnesio que son ligeramente solubles en agua.
Hace millones de años la Península era muy diferente a como la conocemos actualmente, desde entonces ha sufrido varias modificaciones radicales a causa de cambios climáticos en el planeta. Un ejemplo de estos cambios fue durante el periodo de la última glaciación o Era de Hielo –hace unos 20,000 años– cuando el nivel del mar se encontraba 120 metros por debajo de su nivel actual y muchos de los cenotes en los que hoy podemos bucear se encontraban secos. Desde entonces, el nivel del mar ha aumentado más o menos gradualmente hasta donde lo conocemos hoy y algunas cuevas quedaron inundadas.
La porción que hoy habitamos por encima del nivel del mar de la Península de Yucatán es solamente una parte de la plataforma de carbonatos que fue creciendo desde el fondo marino – sobre el Bloque de Yucatán – debido a la acumulación de millones de esqueletos de diferentes organismos marinos que utilizan el carbonato de calcio para formar sus huesos, conchas, espículas y otras partes del cuerpo. Al morir las criaturas, sus restos calcáreos se depositan sobre la superficie del fondo para compactarse y endurecerse con el paso de millones de años, junto con arcillas finas. Es importante reconocer que el crecimiento de la plataforma se hace a través de la deposición de carbonato biogénico, es decir, proveniente de organismos vivos y que, además, es un proceso que necesariamente sucede debajo del agua, en la porción que se encuentra sumergida.
El nivel del mar ha cambiado de posición varias veces durante diferentes periodos glaciales, por lo tanto, la Península en crecimiento en realidad no “emergió del mar” sino que ha sido expuesta y sumergida por el océano en varias ocasiones. Sin embargo, cada vez que comienza un ciclo glaciar la Península efectivamente “emerge “, ya que el agua de los océanos se acumula en forma de hielo en los polos del planeta y el nivel del mar desciende, dejando expuesta una mayor superficie y la línea de costa aumenta.
Espeleogénesis es la palabra que se usa en espeleología y geología para describir el mecanismo de formación de todo tipo de cuevas, cavernas, grutas y cenotes. La hipótesis más aceptada acerca del origen de cuevas y cenotes, propone una secuencia de pasos en un proceso llamado carstificación (o karstificación), que consiste en la combinación de al menos tres mecanismos: disolución, colapso y formación de espeleotemas.
El término cenote se emplea para designar cualquier espacio subterráneo con agua que contenga una ventana hacia el exterior. El pueblo maya, que no solamente tenía el conocimiento de estas manifestaciones del terreno, sino que los empleaba diariamente como fuente de agua y vida, los llamó ts’ono’ot o d’zonot, que significa “depósito de agua”.
El abastecimiento de agua en la Península de Yucatán fue y sigue siendo un grave problema para sus pobladores pues, aunque a lo largo de cuatro meses caen lluvias más o menos abundantes, el periodo de sequía suele ser severo y puede prolongarse hasta seis meses en algunos años. Por otra parte, la constitución geológica calcárea es la causa de que el agua difícilmente se conserve en la superficie. Por esta razón, los cenotes fueron y seguirán siendo fuente primordial de agua y de vida.
La formación de algunos cenotes se genera a través de una secuencia de eventos: una cueva inundada puede formar un cenote tipo bóveda por hundimiento parcial del techo. Este proceso avanza desde arriba, por infiltración de la lluvia; y desde abajo, por circulación subterránea; más tarde, la totalidad del techo se derrumba formando un cenote cilíndrico; si se interrumpe el flujo, por azolve y hundimiento de la zona adyacente se forma un cenote de agua estancada, es decir, una aguada. Cabe mencionar que las observaciones morfológicas anteriores no constituyen una “clasificación” rigurosa de cenotes, se considera más correcto clasificarlos de acuerdo con sus mecanismos de formación (espeleogénesis) porque formas similares pueden ser obtenidas por diferentes procesos. Así que esta clasificación constituye una manera práctica de reconocer las diferentes morfologías (formas), aunque no es posible deducir su antigüedad basados en ellas, porque no todas las expresiones cársticas siguen el mismo proceso.
Las crónicas españolas de 1562 hacen mención de, al menos, 17 cuevas y cenotes sagrados. Sin embargo, de hecho, existía un número mucho mayor de cuevas rituales. En la actualidad, aunque subsisten ciertas prácticas de veneración, está claro que su significado dista mucho de lo que era para los antiguos mayas. Hoy en día, su valor se asocia principalmente con el turismo.
Más de 300 cuevas y cenotes han sido registrados por el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INAH) solamente en la región de Puuc, y un total de más de 2,000 han sido reportados. Las cuevas rituales de Balankanché fueron descubiertas no muy lejos de Chichén Itzá, allí estaba el santuario construido en honor de la deidad Chaac, que consta del Altar del Jaguar y del Altar de las Aguas Prístinas; sin embargo, para el año 842, durante el primer declive de la civilización maya, el santuario estaba aislado. La longitud total del sistema alcanza los 800 metros.
En los cenotes costeros, la capa marina profunda no siempre se encuentra realmente estancada, sino que puede circular impulsada por las mareas y tormentas a través de túneles conectados con el mar. A la zona donde estas aguas saladas marinas se encuentran con las aguas dulces producidas por las lluvias se le llama zona haloclina y funciona como una barrera física que aísla a ambas capas que no se mezclan. Un caso muy claro es Tankah y la descarga del cenote Manatí en la orilla del mar; también observamos ojos de agua que descargan agua dulce e intercambian agua salada con el mar en la laguna arrecifal de Puerto Morelos y en las playas al sur de Tulum.
La cueva subacuática más larga del planeta Tierra se encuentra bajo el municipio de Tulum en Quintana Roo, México. Se extiende por más 360 kilómetros, a una profundidad media de 21 metros y una máxima de 120 metros, en una oquedad profunda llamada “El Pit”. El Sistema Sac Aktun, que significa “cueva blanca”, descarga el agua de lluvia infiltrada a través de la roca hacia el Mar Caribe en ojos de agua y en caletas como Xel Ha y Yalkú. Cuando desciende el nivel del mar, las cuevas antes llenas de agua se llenan de aire, perdiendo soporte y provocando el colapso y derrumbe del techo en diferentes secciones, creando puntos de acceso a la cueva. El Sistema Sac Aktun cuenta con más de 220 cenotes.
Se sabe que Quintana Roo tiene varios de los sistemas de cuevas más grandes del mundo. Las últimas exploraciones llevadas a cabo por los equipos de buzos han descubierto cientos de kilómetros de conductos subterráneos y recientemente se anunció una conexión entre dos de los sistemas de cuevas inundadas más extensos de la Tierra, Sac Actun y Dos Ojos, que ahora forman la cueva inundada más grande conocida del mundo, con una longitud de 353 km, moviendo a Ox Bel Ha al segundo lugar. Además, también hay una gran cantidad de cuevas secas de considerable longitud, alcanzando 360 km registrados.
Para lograr un uso sostenible de estos sistemas, lo ideal sería adquirir una comprensión integral de los cenotes, cuevas, circulación de aguas subterráneas y su interacción con las rocas que forman el acuífero, y la influencia de las mareas oceánicas. También es necesario evaluar el impacto de las zonas urbanas y las posibles causas de contaminación de la única fuente de agua dulce en esa zona, que es precisamente el agua subterránea. Los esfuerzos de investigación sobre el estudio y la conservación de la red subterránea de conductos deben ocurrir por convergencia entre las ciencias ambientales, las ciencias del agua, las ciencias de la tierra, las ciencias biológicas, la unión de fuerzas con las comunidades locales, la explotación eficiente de los recursos y, por supuesto, la exploración y el uso sostenible por el buceo en cuevas. Dada su importancia, resulta necesario que cualquier proyecto en el territorio, incluido el del Tren Maya, garantice su preservación.