Por María Cristina Montejo Briceño.
Psicóloga y Maestra en Salud Pública. Consultora especializada en bienestar e igualdad sustantiva, con énfasis en la prevención y atención a las violencias. Directora General de Instituto Xunaan.
Nos encontramos en un momento en el que la búsqueda del bienestar está hilándose con la de trascendencia, conexión con la naturaleza y lo sagrado; con lo tradicional y la innovación en el abordaje de la vida. Como parte del proceso de sanación se han integrado prácticas ceremoniales, rituales y espirituales de los pueblos originarios en las que sus integrantes han encontrado un sentido de pertenencia, claridad y certezas en sus maneras de ver el mundo.
Las ceremonias y rituales de pueblos como el maya, nahua (azteca) y otras que contemplan el consumo de sustancias con potencial alucinógeno, tales como el kambó, ayahuasca, jícuri (peyote) u hongos son maneras en las que se busca reflexionar y avanzar en la comprensión de la conciencia, la plenitud, lo sagrado y lo desconocido, a partir de conocer las formas en las que estas comunidades han abordado el misterio inconmensurable de la vida.
La lucha de los pueblos originarios por mantener viva su cultura -pese a los intentos de borrarla- ha permitido que cada vez más personas de diferentes orígenes culturales puedan participar de su profunda sabiduría; sin embargo, en la expansión de estas alternativas se ha observado que los prejuicios, las violencias, el interés económico y la superficialidad son contrarias a una experiencia de reconexión, bienestar y mayores niveles de conciencia que, incluso, ponen en riesgo su perpetuidad.
Algunas buenas prácticas para poder asegurar la experiencia integral y respetuosa en la vivencia de ceremonias y rituales son identificar que los servicios sean dirigidos por personas de los pueblos originarios, que cuenten con un proceso de formación apegado a los requisitos de su cultura, tengan sabiduría y conocimiento obtenido de sus ancestros, y que cotidianamente encarnen esta ritualidad y prácticas de sanación. La mayor parte de los pueblos originarios identifican que alguien dedicado al trabajo espiritual y sanador fue elegido y formado por sus abuelos y abuelas para cumplir su misión de vida, por los mensajes a través de sueños, por la comprensión de los ciclos naturales de su contexto cercano y por el acompañamiento de una persona que ya ejercía este papel de sanación en la comunidad.
La realización de las ceremonias implica un proceso de preparación, ejecución y recuperación en el ámbito espiritual y energético, por lo que es importante seguir las instrucciones de quien guía para una experiencia armónica; sin embargo, existen límites para ello. Nunca se justifica hacer algo contrario a la integridad física o emocional propias o de las de otros participantes. La conciencia se construye también a partir de conectar con mis necesidades y emociones, por lo que si están siendo vulneradas puedo expresarlo y, de no corregirse, retirarse es una opción válida. Si se ejerce manipulación, chantaje o minimización de lo que sientes, no es un espacio seguro para la búsqueda del bienestar.
Si bien muchas de estas ceremonias pueden remover dolores y recuerdos traumáticos, esta no es su intención principal, sino la sanación. En ese sentido, quien guía debe contar con la preparación para dar contención y cierre, ayudando a recuperar un estado funcional que permita reconectar con el bienestar.
La búsqueda de la trascendencia, el despertar de conciencia y la sanación se encaminan a conectar amablemente con nuestra persona y con lo que nos rodea. Nuestra intuición sabe bien cuando un espacio es seguro para expresar nuestra vulnerabilidad, pongámosle atención.
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Foto de portada: sanjuantulum.com