Adriana Velázquez Morlet
Los atracos y robos por parte de piratas que sufrió la Península de Yucatán desde mediados del siglo XVI y muy particularmente durante los siglos XVII y XVIII, obligaron al gobierno colonial a tomar medidas para proteger a sus embarcaciones, sus ciudades y sus habitantes. Entre estas poblaciones, la de San Francisco de Campeche destacaba por su riqueza y estratégica ubicación en la costa del Golfo de México, por lo que frecuentemente era objeto de cruentos ataques por parte de los filibusteros que asolaban la región. En aquellos años, algunos de los habitantes de Campeche corrían a refugiarse al convento de San Francisco, que pronto resultó insuficiente para dar cabida a todos, por lo que algunos ciudadanos y autoridades avecindados en la zona solicitaron apoyo de la Corona Española para financiar un proyecto defensivo.
El primer intento por proteger la ciudad de los ataques piratas, fue una iniciativa del mariscal Carlos de Luna y Arellano, entonces Gobernador de la Provincia de Yucatán, quien ordenó construir los tres primeros fuertes de la ciudad: el de San Benito, el de San Bartolomé y el llamado del Bonete, que pronto resultaron insuficientes para proteger una ciudad en constante crecimiento.
Los ciudadanos reunieron algunos fondos, que completó el gobierno virreinal, para iniciar en 1685, la construcción de una primera muralla, a cargo del Ing. Martín de la Torre, quien propuso un proyecto defensivo con un presupuesto de 40 mil pesos, que incluía cinco puertas: las de Mar y Tierra, la del barrio de San Francisco, la del barrio de San Román, y una última en el Muelle, muy cerca de la Puerta de Mar.
La estructura la culmina el ingeniero austriaco Jaime Frank, quien modificó el proyecto original y realizó grandes avances, concluyendo hacia 1710. El recinto amurallado tiene la forma de un polígono irregular de ocho caras, diseñado para tener dos frentes hacia el mar y seis en tierra firme. En cada uno de sus vértices se construyó un baluarte defensivo: en el norte, el de Santiago; en el sur, los de Santa Rosa y San Juan; en el oriente, los de San José, San Pedro y San Francisco; y en el poniente, los de Soledad y San Carlos. Todos los baluartes contaban con sus respectivos cañones, y una explanada con rampa para facilitar el acceso de las tropas a la parte superior; también había espacios para el resguardo de alimentos y artillería.
Baluarte de Santa Rosa
Es el más antiguo de los ocho baluartes, y fue dedicado a Santa Rosa de Lima, por lo que su nombre fue grabado en el dintel de la puerta, junto con un monograma de la Virgen María. Cuenta con tres galerías interiores y un aljibe al centro, además de una rampa para llegar al nivel superior. Al ser abandonado a finales del siglo XIX, fue convertido en vecindad, pero posteriormente fue restaurado y convertido en pinacoteca y museo.
Baluarte de Santiago
Se ubica en el norte del Centro Histórico, siendo el último en ser concluido, en 1704; fue uno de los espacios defensivos que más activamente protegieron a la ciudad mientras estuvo en uso, pero fue demolido a principios del siglo XX. En los años cincuenta fue reconstruido, aunque esta obra no se apegó al diseño original, del que sólo se conserva su puerta de acceso. Actualmente alberga al Jardín Botánico X’much Haltún.
Baluarte de San José
Estuvo ubicado en el lugar donde actualmente se encuentra la escuela primaria Justo Sierra; fue demolido durante las primeras décadas del siglo XX, aunque se sabe que su diseño era similar al de los baluartes de Santa Rosa y San Juan.
Baluarte de San Juan
Fue el cuarto baluarte construido en la ciudad, habiéndose concluido hacia 1698, con el objetivo principal de defender la Puerta de Tierra. Fue dedicado a San Juan de Dios, fundador de la orden de los Juaninos, por ser los religiosos dedicados a la curación de los navegantes. Tiene un diseño muy similar al de Santa Rosa, pero debido a que fue convertido en vivienda, sufrió grandes deterioros.
Baluarte de San Pedro
Comenzó a construirse a finales del siglo XVII y se concluyó en 1702. Es uno de los baluartes más importantes de la ciudad, pues ahí se estableció el Tribunal de la Santa Inquisición y, posteriormente en 1824, fue escenario de los enfrentamientos entre las tropas pro independencia de Yucatán y las encabezadas por Antonio López de Santa Anna; posteriormente fue utilizado como prisión, y ya en la segunda mitad del siglo XX fue habilitado como museo de artesanías y centro de información turística. Actualmente se encuentra bajo resguardo del INAH.
Baluarte de San Francisco
Se trata de una construcción adosada a la Puerta de Tierra, que tenía la función de reforzar la defensa del acceso a la ciudad. En 1889 se demolió parte de su estructura para permitir el paso del tranvía, pero en el siglo XX se restituyó su forma original; un sector del edificio fue destinado durante un tiempo a la biblioteca “Gustavo Martínez Alomía”, y posteriormente a una pequeña exhibición museográfica sobre la piratería.
Baluarte de San Carlos
Se trata de un baluarte de forma pentagonal, al que se accede por una rampa; aún conserva un aljibe y un sótano que durante algún tiempo fue empleado como prisión. En su segundo nivel tiene una amplia terraza desde la que podía vigilarse el mar, y donde se levantó un campanario de alerta. Actualmente alberga el Museo de la Ciudad, a cargo del Ayuntamiento de Campeche.
Baluarte de Nuestra Señora de la Soledad
Es el baluarte más grande de los ocho del sistema defensivo; fue construido a finales del siglo XVII para la defensa y protección de la Puerta de Mar, y dedicada a la Virgen de la Soledad, patrona de los marinos. Consta de cinco galerías y un portal, así como una rampa con tres arcos debajo. Junto al baluarte se extiende el lienzo de la muralla, con un paso de ronda y atalayas. Cuando dejó de funcionar como lugar de defensa, se empleó como aduana marítima, bodega y, en los años veinte del siglo XX, como vecindad. En 1958 fue rescatado y convertido en Museo de las Estelas; actualmente alberga el Museo de Arquitectura Maya, a cargo del INAH.