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Anahuacalli Museo Diego Riviera

Ximena Jordán

Maestra en Curaduría del Arte. Coordinadora de proyectos y patrocinios del Museo Frida Kahlo y el Museo Diego Rivera Anahuacalli.

Un templo para el arte, la arquitectura y la naturaleza.

Desde un sitial que genera admiración y devoción en el espectador, ancestrales esculturas dialogan con obras de arte contemporáneo, logrando un eco del presente en el pasado. Este diálogo visual constante dentro del Anahuacalli fue el sueño de Rivera, que el muralista no vio terminado debido a su fallecimiento en 1957.

Diego estaba consciente de que no estaría para inaugurar su legado artístico más emblemático. Por eso dejó todo organizado para que el magnífico edificio, así como su explanada, fueran terminados tal y como él lo planeó. Los profesionales de confianza del muralista que concluyeron este desafío fueron los arquitectos Juan O’Gorman y Ruth Rivera. El primero fue también pintor y amigo cercano tanto de Diego como de Frida. Por su parte Ruth, hija de Diego y leal admiradora de la genialidad de su padre, estaba ya titulada como la primera ingeniera arquitecta del Instituto Politécnico Nacional.

Desde un sitial que genera admiración y devoción en el espectador, ancestrales esculturas dialogan con obras de arte contemporáneo, logrando un eco del presente en el pasado. Este diálogo visual constante dentro del Anahuacalli fue el sueño de Rivera, que el muralista no vio terminado debido a su fallecimiento en 1957.
Fotografía del altar de muertos del Museo Anahuacalli del año 2016 donde se conmemora 130 años del nacimiento de Diego Rivera.

Todo entero labrado en piedra volcánica obtenida del mismo terreno donde se erige, el Anahuacalli posee un diseño muy moderno para su época de creación e incluso para la actualidad, porque combina arquitectura orgánica, mexicana y mesoamericana. Por esta razón, el edificio principal ha sido calificado como “fantástico”, en términos de su diseño arquitectónico: sin precedente ni parámetro actual o previo de comparación. Una construcción única en su tipo y de imponente belleza, catalogada como monumento artístico por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Letras, desde el año de 2012.

Desde un sitial que genera admiración y devoción en el espectador, ancestrales esculturas dialogan con obras de arte contemporáneo, logrando un eco del presente en el pasado. Este diálogo visual constante dentro del Anahuacalli fue el sueño de Rivera, que el muralista no vio terminado debido a su fallecimiento en 1957.
Cada esquina del edificio está dedicada a una deidad en particular.

El Anahuacalli no nace solo, comparte la misma voluntad fundacional con el Museo Frida Kahlo. La pareja de artistas Kahlo y Rivera, quienes fueron por sobre todo socios en su vocación de emprendedores en el arte mexicano, dejaron ambos museos a cargo de un mismo fideicomiso constituido por Rivera, en 1957, en el Banco de México. Hasta la actualidad, esta relación fundacional entre el Anahuacalli y la “Casa Azul” sigue desarrollándose y dando frutos. Quienes trabajamos para estos museos hacemos un esfuerzo diario para lograr que sean conceptualizados y visitados como parte de una misma experiencia tan compleja como fascinante.

Desde un sitial que genera admiración y devoción en el espectador, ancestrales esculturas dialogan con obras de arte contemporáneo, logrando un eco del presente en el pasado. Este diálogo visual constante dentro del Anahuacalli fue el sueño de Rivera, que el muralista no vio terminado debido a su fallecimiento en 1957.
Numerosas figuras de animales, vegetales y escenas de la vida cotidiana están bellamente expuestas, sin etiquetas ni información alguna respecto de su periodo de realización.

El complemento estético que producen ambos recintos en sus visitantes es genial, como lo fueron sus creadores. El Anahuacalli es portentoso, imponente y sorprendente. El espectador se encuentra inmerso en un impredecible recorrido por cuatro niveles que ascienden desde el inframundo hasta la luz, guiado por divinidades prehispánicas que hacen alusión a los estadios de este trayecto. Estos dioses, a la vez, interactúan con artistas contemporáneos que activan sus obras en esta verdadera catedral del arte legada por Rivera.

Desde un sitial que genera admiración y devoción en el espectador, ancestrales esculturas dialogan con obras de arte contemporáneo, logrando un eco del presente en el pasado. Este diálogo visual constante dentro del Anahuacalli fue el sueño de Rivera, que el muralista no vio terminado debido a su fallecimiento en 1957.
El Anahuacalli logra integración artística a diferencia de cualquier otro museo al mostrar creaciones contemporáneas controvertidas junto a piezas elaboradas por nuestros antepasados.

Cada esquina del edificio está dedicada a una deidad en particular: Tláloc o dios de la lluvia, Huehuetéotl o dios del fuego, Ehécatl o dios del viento y Chicomecóatl o diosa del maíz. Igualmente, numerosas figuras de animales, vegetales y escenas de la vida cotidiana están bellamente expuestas, sin etiquetas ni información alguna respecto de su periodo de realización o a las culturas relacionadas con su creación.

Desde un sitial que genera admiración y devoción en el espectador, ancestrales esculturas dialogan con obras de arte contemporáneo, logrando un eco del presente en el pasado. Este diálogo visual constante dentro del Anahuacalli fue el sueño de Rivera, que el muralista no vio terminado debido a su fallecimiento en 1957.

Esta es, justamente, una de las principales cualidades “no-museísticas” del Anahuacalli: las piezas están presentadas como arte vigente, desprovistas de su antecedente histórico para focalizar la atención del visitante en el aquí y en el ahora. Esto otorga la posibilidad de percibirlas en su valor artístico, así como de interpretarlas de acuerdo con la imaginación y la sensibilidad de cada observador.

Desde un sitial que genera admiración y devoción en el espectador, ancestrales esculturas dialogan con obras de arte contemporáneo, logrando un eco del presente en el pasado. Este diálogo visual constante dentro del Anahuacalli fue el sueño de Rivera, que el muralista no vio terminado debido a su fallecimiento en 1957.
Un lugar que evoca admiración y devoción, donde los ecos de la pasado reverberan en un continuo diálogo entre ancestrales esculturas y arte moderno.

Así, el Anahuacalli expone una integración artística como ningún otro museo lo ha logrado: controversiales creaciones contemporáneas visualizadas conjuntamente con piezas que fueron creadas por nuestros antepasados y que, debido a su calidad y contenido, trascienden el tiempo cronológico para la apreciación de su genialidad, como ocurre con todo arte excelso.

Desde un sitial que genera admiración y devoción en el espectador, ancestrales esculturas dialogan con obras de arte contemporáneo, logrando un eco del presente en el pasado. Este diálogo visual constante dentro del Anahuacalli fue el sueño de Rivera, que el muralista no vio terminado debido a su fallecimiento en 1957.

Tal como lo haría un creador del tiempo presente, Diego Rivera dio al medio ambiente un rol protagónico en su proyecto: dejó 26 mil metros cuadrados de área verde, registrado como espacio ecológico. Este gran manto de vegetación volcánica resguarda flora y fauna propia de la topografía del lugar. Se puede apreciar panorámicamente desde la azotea del museo, así como observarse de cerca, a través de generosas ventanas arquitectónicas en el área conocida como la extensión del Anahuacalli.

Desde un sitial que genera admiración y devoción en el espectador, ancestrales esculturas dialogan con obras de arte contemporáneo, logrando un eco del presente en el pasado. Este diálogo visual constante dentro del Anahuacalli fue el sueño de Rivera, que el muralista no vio terminado debido a su fallecimiento en 1957.

Esta última es una gran obra de infraestructura cultural inaugurada en 2021 por María Teresa Moya, actual directora del museo, quien, además, hace posible el desarrollo de una nutrida programación artístico-cultural en esta nueva área. Con opciones para todas las audiencias, estas salas se llenan de arte, comunidad y amor por la naturaleza, cumpliendo así cabalmente el anhelo de Rivera.

Desde un sitial que genera admiración y devoción en el espectador, ancestrales esculturas dialogan con obras de arte contemporáneo, logrando un eco del presente en el pasado. Este diálogo visual constante dentro del Anahuacalli fue el sueño de Rivera, que el muralista no vio terminado debido a su fallecimiento en 1957.

No te pierdas el Anahuacalli ¡Sigue sus pasos en redes sociales: @anahuacalli! Visítalo apenas puedas, comprando tu boleto en www.boletos.museoanahuacalli.org.mx o bien adquiriéndolo en la taquilla del museo. Es un plan para toda edad y gusto, debido a la variedad de estéticas y espacios que lo componen.
Realmente, el Anahuacalli es un museo de ensueño, donde el presente se eterniza, se embellece y se torna inolvidable.

Este artículo forma parte de la edición «Museos Icónicos de México»; puedes descargar la versión digital haciendo clic aquí.

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